Un Proyecto de Vicente (Tex) Hernandez

Entre el Amor y el Miedo

El amor tiene una cualidad única: transforma la vida de quienes lo experimentan. Gracias a él, las parejas se embarcan en una aventura profunda, dejan atrás su pasado y enfrentan un futuro incierto, confiando únicamente en su compromiso y determinación. El amor es más valioso que un porvenir brillante o la abundancia de recursos; es la fuerza que impulsa todo lo demás. Hombres y mujeres no pueden vivir sin él.

AMOR Y CULTURA

TH

8/19/20254 min leer

Ese deseo profundo de amar y ser amados ha sido cantado una y otra vez por artistas de todo el mundo. Las canciones de amor han dominado la música durante siglos, en géneros y culturas diversas. Según un estudio realizado en 2024, aproximadamente el 60 % de las canciones lanzadas en un año determinado tratan sobre el amor (Repeat-Replay, “What Percent of Songs Are About Love”). ¿Y qué hay del “amor para siempre”? Un número significativo de esas canciones exploran el amor duradero o eterno, usando palabras como “para siempre”, “siempre”, “eternidad” o “sin fin”.

Parece que el amor verdadero, cuando se expresa desde un estado emocional sano y positivo, está íntimamente ligado a la idea de permanencia. Sin embargo, esa misma idea puede despertar uno de los mayores temores en cualquier relación comprometida. Es natural sentir miedo, pero es un error dejar que nos controle. Todo gran paso conlleva riesgo. Sin riesgo no hay aventura, sin aventura no hay ilusión, y sin ilusión, incluso podríamos perder el sentido de lo que hacemos. El progreso solo ocurre cuando avanzamos; las actitudes egoistas, estáticas, se estancan y conducen al aislamiento.

El aislamiento trae consigo la soledad, y muchos intentan compensarla con egocentrismo. Pero el sentimiento de reciprocidad egoísta es pasajero. En contraste, los actos realizados por el bien de los demás, nacidos de una generosidad auténtica, tienen un valor duradero. El amor genuino y el altruismo enriquecen tanto a quien da como a quien recibe.

El amor propio, aunque importante, no puede satisfacer por completo ese anhelo. Nuestro ego no puede corresponder al amor; somos uno, no dos. El amor exclusivo, verdadero y satisfactorio solo es posible entre dos personas. El deseo de amar y ser amado solo se cumple fuera de uno mismo. Forma parte de nuestra naturaleza humana. Resistirlo es como luchar contra la propia cordura. Si nuestras metas giran únicamente en torno a nosotros mismos, ignorando el propósito más amplio de vivir para los demás, incluso los logros más grandes se vuelven vacíos y decepcionantes.

Si no combatimos nuestras inclinaciones egoístas mediante una entrega responsable y generosa, viviremos dominados por el miedo a perder la comodidad que disfrutamos. En una relación, ese miedo convierte el amor en una calculadora. La calculadora mide ganancias y pérdidas, y como no queremos arriesgarnos, caemos en más cálculos y pruebas.

Vivimos en una cultura que intenta construir un mundo nuevo e idealizado, más parecido a un guion de película que a una realidad humana y aceptable. Las reglas del juego han cambiado para muchos. El miedo a un futuro compartido lleva a las personas a experimentar con el sexo antes del matrimonio. No se dan cuenta del profundo impacto físico y psicológico que esa prueba puede tener, y que podría afectar negativamente su futuro.

Conociste a alguien que te gusta. Lleváis un tiempo saliendo juntos, y vuestra amistad se ha convertido en un compromiso informal. Os creéis enamorados. De repente, tú o tu pareja decís: “¿Por qué no vivimos juntos?”

Hoy en día, esa propuesta está de moda —incluso podría parecer sensata—, pero es importante examinar los sentimientos detrás de ella. ¿Por qué convertir tu relación en una convivencia? ¿Es esto amor genuino? ¿El amor se reduce al sexo? ¿Te interesa cómo luce tu pareja a las cinco de la mañana? ¿O estás investigando en secreto sus hábitos en el baño? Con el tiempo, descubrirás todos esos detalles, de formas inesperadas y diversas. Entonces, ¿por qué hacerlo? ¿Será que estás evaluando los beneficios de la relación y usando la convivencia como excusa para tener sexo?

Tal vez nunca lo hayas pensado, pero si el sexo es la única razón por la que te comprometes con alguien para toda la vida, tarde o temprano te decepcionarás, y la relación se desmoronará. La sexualidad es importante, muy importante, porque refleja una parte esencial de quienes somos. Pero el sexo solo cobra sentido dentro de un compromiso duradero, uno que implique entrega total y don de sí mismo. Sin esa base, si el sexo se convierte en el objetivo principal de la relación, su atractivo disminuirá con el tiempo. Quien lo trata como algo esencial y lo usa sin medida puede, sin darse cuenta, caer en la pornografía o la infidelidad.

Además, si tienen relaciones sexuales sin un compromiso genuino, duradero y realista —algo esencial para el matrimonio—, la decepción puede ser tan intensa, incluso cercana al rechazo, que podrían perder el interés en casarse por completo.

Lo mismo ocurre con el sexo casual.

Seamos honestos: cuando se trata de compromiso, el corazón es innegablemente más esencial que el órgano sexual. Y el corazón exige más que un compromiso temporal; el corazón lo quiere todo. Es todo o nada. La permanencia y la exclusividad son esenciales para un corazón enamorado.

El punto de inflexión en toda relación, el paso hacia lo desconocido, consiste en superar el miedo a la permanencia y la exclusividad. Ese miedo es la raíz de los retrasos, las dudas, las inseguridades y toda la gama de emociones que nos frenan. El amor verdadero vence al miedo. Aprendemos a amar sacrificándonos el uno por el otro, y en ese proceso descubrimos que la verdadera felicidad está en dar.

Debemos comprender nuestro corazón y cómo se relaciona con el amor. Debemos dejar de lado cualquier intento de obtener beneficios personales de una relación sexual que nos aleje de la auténtica belleza del compromiso. Y, finalmente, debemos abrir los ojos y reconocer las necesidades de quienes nos rodean, en lugar de centrarnos únicamente en nuestros propios intereses.