Un Proyecto de Vicente (Tex) Hernandez

El Poder Transformante

Nuestra capacidad para responder a desafíos a menudo depende de la educación que hemos recibido, de nuestros antecedentes y valores, de las experiencias en la vida. El secreto del verdadero éxito reside en el desarrollo equilibrado y armonioso de nuestras cualidades físicas, mentales y espirituales, sin miedo a lo que esto conlleva. En ese sentido, el crecimiento personal depende del deseo de cambiar.

DESARROLLO PERSONAL

TH

8/19/20254 min leer

Ser humano implica decidir, y toda decisión exige hacerse cargo. No hay decisión sin consecuencia, ni persona sin responsabilidad. La vida no promete facilidad, aunque todos la buscamos incesantemente. Es una ilusión pensar que podemos vivir libres de riesgo, de frustración o de dolor: no hay camino humano que no cruce por la incertidumbre o el dolor. La vida, por naturaleza, es compleja.

A menudo envidiamos el estilo de vida de los ricos, el atractivo de las estrellas del cine, el poder de los influyentes, la inteligencia de los más dotados, la suerte de los afortunados —e incluso la aparente despreocupación de los delincuentes. Admiramos su “jaula de oro”, sin darnos cuenta de que es una jaula. Los vemos en yates, coches de lujo, vestidos por diseñadores, gastando sin medida y disfrutando de vacaciones espectaculares. Nos fascina especialmente todo lo que apreciamos de ellos a través de las redes sociales. Pero detrás de ese brillo superficial hay noches de insomnio, relaciones tensas, adicciones, miedo a perder lo que tienen y la presión constante de mantener una imagen. Es una carga pesada, el disfraz de una vida inquieta.

Una sociedad que idolatra el éxito, la riqueza y el placer por encima de todo termina promoviendo valores y vínculos superficiales. El creciente número de problemas de salud mental —incluso de suicidio— a todos los niveles revela que algo está profundamente corrompido en el corazón de la social moderna.

Nuestra capacidad para responder a los desafíos a menudo depende de la educación que hemos recibido, de nuestros antecedentes y valores, de las experiencias en la vida. El secreto del verdadero éxito reside en el desarrollo equilibrado y armonioso de nuestras cualidades físicas, mentales y espirituales, sin miedo a lo que esto conlleva. En ese sentido, el crecimiento personal depende del deseo de cambiar.

Pero ¿por qué cambiar? Con frecuencia lo resistimos porque no nos conocemos realmente o porque tememos el esfuerzo que implica. Sin embargo, la razón más poderosa para cambiar nace de lo más íntimo. La desazón interior, los deseos incontrolados, la culpa, la confusión y otras inseguridades despiertan el anhelo de llegar a una versión mejor de nosotros mismos. Vamos por la vida sin darnos cuenta de lo mal que hemos manejado ciertas situaciones —en casa, en el trabajo, en nuestras relaciones. Podemos haber causado daño sin quererlo, culpando a otros por problemas que en realidad nacen de nuestra propia negligencia, de emociones desbordadas o defectos personales. Con frecuencia asumimos que el simple hecho de tener estos defectos nos da derecho a ser aceptados como somos, sin considerar el daño que causamos a los demás. ¿Con qué frecuencia le damos al carácter la importancia que merece?

Hablamos de crecimiento personal y desarrollo del carácter, pero también necesitamos entender cómo se integran en nuestra personalidad. Entre las muchas definiciones posibles, podemos decir que la personalidad es el conjunto de rasgos y cualidades que nos hacen únicos, verdaderamente diferentes. El carácter, en cambio, es la energía interior que nos impulsa a desarrollar nuestro potencial. La personalidad resalta los rasgos que nos hacen únicos, mientras que el carácter nos impulsa a centrarnos en el crecimiento personal. El carácter es un pilar fundamental para toda la vida, esencial desde los primeros pasos de la infancia hasta la madurez de la vejez.

El carácter implica un proceso de transformación ineludible, porque lo que lleguemos a ser nos impactará profundamente. Pero si es tan importante, ¿cómo desarrollarlo? Filósofos y educadores han defendido durante siglos la necesidad de cultivar valores que ayudan a desarrollar el carácter. Hoy, sin embargo, preferimos hablar de pilares. ¿Es este un paso significativo? El carácter no se limita al desarrollo de unos pocos valores, por muy importantes o esenciales que sean. La formación del carácter es un proceso continuo y dinámico que implica el desarrollo y la integración de valores fundamentales consolidados en pilares.

En este sentido, la perspectiva más realista sigue siendo la de Carlos Beltramo y su equipo de la Universidad de Navarra, quienes dividen el desarrollo del carácter en cinco pilares fundamentales, interconectados y orientados hacia un crecimiento complementario.

Es importante destacar que el carácter no es una actitud pasiva basada en expectativas sobre lo que deberíamos llegar a ser. Es una disposición activa que florece con la comprensión, y halla en los cinco pilares del carácter el sendero que conduce al entendimiento genuino.

  1. Carácter intelectual: Es el hábito de razonar que busca el entender. Probablemente este es el pilar más importante, porque sin él, los demás carecen de sentido.

  2. Carácter moral o ético: Es lo que nos humaniza. Nos da la capacidad de responder a cada situación con principios constructivos, fomentando un comportamiento reflexivo y responsable.

  3. Carácter operativo: Es una disposición permanente a crecer en circunstancias tanto favorables como adversas. Refleja un compromiso dirigido hacia el bienestar propio y el de los demás.

  4. Competencia emocional: Es clave para reconocer, recuperarse y gestionar las respuestas emocionales con el fin de lograr el equilibrio emocional.

  5. Carácter social o cívico: Nos integra en la comunidad de personas que conforman el entorno en el que vivimos y para el que vivimos.

Al desarrollar estos cinco pilares, contribuimos a una sociedad más sólida y fortalecemos nuestra identidad personal.